El secreto de las ostras
De
la lectura de este cuento de hadas comenzaré rescatando los escenarios que
refieren a la naturaleza, un espacio con aire donde las palabras acompañan las
ideas de mar y de bosque que por presencia explicita o nostalgia implícita funcionan
de paisajes que comparten con la llanura y el agua en sus múltiples vertientes:
laguna, lluvia o río, la malla de contención de los poemas. Los colores siempre
puros, por ser previamente anunciados son intensos; los rojos, los azules, los
verdes: “…qué verde es la libertad.” Afirma y pregunta al mismo tiempo la parte
final del verso del poema patriótico con
pantera rompiendo con la mera descripción y cuestionando a partir del verde
que tonalidad o adjetivo encuentra el lector para contestar. Los colores son fundamentales
a la hora de la construcción, salvo este ejemplo y alguno más, son más bien
parte de la escenografía por donde recorre la vista de la poeta, aunque también
hay otra excepción, en la segunda parte, Conspiración
de perlas que transmigran; el color
blanco es nombrado porque se busca: “…El
otro día vi nevar en el mar. Vi la nieve, como en el cine…” “…Levanté los ojos,
vi la mera y pura desambiguación // Pregunté indefinidas veces ¿Qué pasa con
los blancos? Esos. Espacios inhabitados. Dóciles…”. El misterio es otro de
los fundamentos que atraviesa los poemas que conspiran y se encierran en una
misma atmósfera donde es imposible entender la parte sin el todo, cada poema
tiene una comprensión superior en el global, porque lo que se esconde pocas
veces es nombrado apenas sugerido como “…para
adivinar lo que se juzga oculto / sembrado ya” entonces una red subterránea
surge para dar identidad y unidad de libro. La infancia es la voz que narra en
varios de los versos, la niña se inmiscuye en la narración sobretodo en los
dedicados a familiares, las dedicatorias conforman otra red, otra novela más
intima crea un sendero que se extiende por sobre los dos primeros tramos y que
el tercero Perihelio corta, no solo
en esta lectura de dedicatorias y epígrafes, con otro ritmo en base a la
puntuación el sprint final del lenguaje se vuelve telegráfico, las imágenes se suceden
y ganan en velocidad, el verbo rodar,
otra presencia importante en el entramado de la obra comienza acelerarse para
llegar de tan rápido a un final que se pasa y remite al primer poema, de esta
forma se vuelve una gran estructura anular: “Mi
hebilla rodo hasta lo efímero…Eso fue una tregua./ O eras vos.” … “Ahí también
estaba yo / rodeada de ananás gigantes / para persuadir tu protesta.”
El eco de Narcisa:
Los poemas agrupados en este primer título tienen sus características particulares,
una relación de pronombres que denotan posesión: “mi cartera”, “mis zapatos”, “mi cuerpo en el agua”, “mi escafandra
plateada”, “mi vista” se contraponen a “tu
bici” o a “tu voz de cristal o de remolino”, lo mío y lo tuyo, esa tensión que al comienzo
demarcada los roles se va abriendo para dar lugar a la infancia: “como vos y yo caminando por la calle” u
otro verso que reza: “Éramos uno / para
volver a echar raíces”. De esta manera los posesivos se diluyen a la vez
que se produce una irrupción de tiempo: “retener
el tiempo como forma de impedir”, “aquietando el mundo”, “el ave pauso el tiempo”. Así la posesión,
la infancia y la intensión de detener lo que acontece en un lugar crea las
imágenes oníricas que continuarán en la Conspiración
de perlas que transmigran: donde la
pequeña niña hornera puede dejarlo todo atrás. En esta segunda etapa los
poemas se estructuran en párrafos y a medida que van rodando se alimentan y se
hacen más fuertes. La sucesión de imágenes e ideas concatenadas mediante el
punto y seguido recrean en los versos pequeñas unidades de silencio que cargan
a la siguiente de sentido, así llegamos al tramo final, Perihelio: se retoma la brevedad, se ausentan los títulos y como
dijimos también los epígrafes y las dedicatorias, los versos que se van
desnudando: se muestran más directos y propositivos. El libro se comienza a
cerrar; retumban los ecos de las primeras poesías, y por eso no es casual que el
poema conclusivo de cada apartado en su decir ruede como las ruedas de la bicicleta, las ciruelas cuesta
abajo y mi hebilla hasta lo efímero. Así
una circulación o una nueva pregunta asoman desde el fondo del mar y
quedan.
Ana
Claudia Díaz – conspiración de perlas que trasmigran. Zindo & Gafuri, 2013.
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