domingo, 26 de octubre de 2014

conspiración de perlas que transmigran



El secreto de las ostras  

De la lectura de este cuento de hadas comenzaré rescatando los escenarios que refieren a la naturaleza, un espacio con aire donde las palabras acompañan las ideas de mar y de bosque que por presencia explicita o nostalgia implícita funcionan de paisajes que comparten con la llanura y el agua en sus múltiples vertientes: laguna, lluvia o río, la malla de contención de los poemas. Los colores siempre puros, por ser previamente anunciados son intensos; los rojos, los azules, los verdes: “…qué verde es la libertad.”  Afirma y pregunta al mismo tiempo la parte final del verso del poema patriótico con pantera rompiendo con la mera descripción y cuestionando a partir del verde que tonalidad o adjetivo encuentra el lector para contestar. Los colores son fundamentales a la hora de la construcción, salvo este ejemplo y alguno más, son más bien parte de la escenografía por donde recorre la vista de la poeta, aunque también hay otra excepción, en la segunda parte, Conspiración de perlas que transmigran;  el color blanco es nombrado porque se busca: “…El otro día vi nevar en el mar. Vi la nieve, como en el cine…” “…Levanté los ojos, vi la mera y pura desambiguación // Pregunté indefinidas veces ¿Qué pasa con los blancos? Esos. Espacios inhabitados. Dóciles…”. El misterio es otro de los fundamentos que atraviesa los poemas que conspiran y se encierran en una misma atmósfera donde es imposible entender la parte sin el todo, cada poema tiene una comprensión superior en el global, porque lo que se esconde pocas veces es nombrado apenas sugerido como “…para adivinar lo que se juzga oculto / sembrado ya” entonces una red subterránea surge para dar identidad y unidad de libro. La infancia es la voz que narra en varios de los versos, la niña se inmiscuye en la narración sobretodo en los dedicados a familiares, las dedicatorias conforman otra red, otra novela más intima crea un sendero que se extiende por sobre los dos primeros tramos y que el tercero Perihelio corta, no solo en esta lectura de dedicatorias y epígrafes, con otro ritmo en base a la puntuación el sprint final del lenguaje se vuelve telegráfico, las imágenes se suceden y ganan en velocidad, el verbo rodar, otra presencia importante en el entramado de la obra comienza acelerarse para llegar de tan rápido a un final que se pasa y remite al primer poema, de esta forma se vuelve una gran estructura anular: “Mi hebilla rodo hasta lo efímero…Eso fue una tregua./ O eras vos.” … “Ahí también estaba yo / rodeada de ananás gigantes / para persuadir tu protesta.”


El eco de Narcisa: Los poemas agrupados en este primer título tienen sus características particulares, una relación de pronombres que denotan posesión: “mi cartera”, “mis zapatos”, “mi cuerpo en el agua”, “mi escafandra plateada”, “mi vista” se contraponen a “tu bici” o a “tu voz de cristal o de remolino”,  lo mío y lo tuyo, esa tensión que al comienzo demarcada los roles se va abriendo para dar lugar a la infancia: “como vos y yo caminando por la calle” u otro verso que reza: “Éramos uno / para volver a echar raíces”. De esta manera los posesivos se diluyen a la vez que se produce una irrupción de tiempo: “retener el tiempo como forma de impedir”, “aquietando el mundo”,  “el ave pauso el tiempo”. Así la posesión, la infancia y la intensión de detener lo que acontece en un lugar crea las imágenes oníricas que continuarán en la Conspiración de perlas que transmigran: donde la pequeña niña hornera puede dejarlo todo atrás. En esta segunda etapa los poemas se estructuran en párrafos y a medida que van rodando se alimentan y se hacen más fuertes. La sucesión de imágenes e ideas concatenadas mediante el punto y seguido recrean en los versos pequeñas unidades de silencio que cargan a la siguiente de sentido, así llegamos al tramo final, Perihelio: se retoma la brevedad, se ausentan los títulos y como dijimos también los epígrafes y las dedicatorias, los versos que se van desnudando: se muestran más directos y propositivos. El libro se comienza a cerrar; retumban los ecos de las primeras poesías, y por eso no es casual que el poema conclusivo de cada apartado en su decir ruede como las ruedas de la bicicleta, las ciruelas cuesta abajo y mi hebilla hasta lo efímero. Así una circulación o una nueva pregunta asoman desde el fondo del mar y quedan.  


Ana Claudia Díaz – conspiración de perlas que trasmigran. Zindo & Gafuri, 2013. 

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